lunes, 28 de noviembre de 2011

Primera carta de Henry Miller a Brenda Venus...



Brenda Venus


"...Todo está escrito en tus ojos..."



....Brenda!


Esta mañana ha llegado tu maravillosa, maravillosa carta. La he leído con lágrimas en los ojos. Dios mío, qué bellamente expresas tus pensamientos y sentimientos. A veces, mientras te leo, me pongo a temblar y me pregunto: ¿Es posible que hable de mí?, ¿Quién soy yo? ¿Quién es ese Henry Miller?. Y todas esas cosas. No parece posible que una persona pueda despertar tanto amor, tanta adulación y adoración. Brenda, Brenda, me dejas mudo, ante tan amorosa elocuencia, mi lengua queda atada. Me preguntas si veo todo eso en tus ojos. Naturalmente que sí, amada mía. Todo está escrito en tus ojos. Y en toda Tú. Vibras por todos tus poros, incluso cuando no dices nada. Sabes, muchas veces me despierto de noche, enciendo la luz y miro tu foto, tu imagen es la estantería. Siempre irradia no sólo belleza sino pureza, integridad, confianza. 
 Pienso en ti como una flor del profundo sur, con toda su esplendorosa fragancia y aparente fragilidad. En realidad, eres tan fuerte como un tigre, y tan peligrosa, si estás enfadada. Me temo. Mi visión se debilita. He estado escribiendo sin gafas. Pero con tal de saber de ti soy capaz de cualquier cosa. Sí, mi querida, mi queridísima Brenda, sólo gracias a ti continúo vivo. Lo sé mejor que nadie. Te amo, te amo, te amo. Lo eres todo para mí. 


Tu Henry.





Fuente: Henry Miller, 

Querida Brenda.

Seix Barral 1986



CARTAS A BRENDA VENUS

Primera carta de Henry Miller a Brenda Venus...

Segunda Carta de Henry Miller a Brenda Venus

Tercera carta de Henry Miller a Brenda Venus

Carta cuarta de Henry Miller a Brenda Venus

Quinta carta de Henry Miller a Brenda Venus

 

 

CARTAS A ANAIS NIN

Dos cartas tumultuosas de Henry Miller a Anaïs Nin

Carta de despedida de Henry Miller a Anaïs Nin




LIBROS RECOMENDADOS

Un manojo de cartas póstumas del poeta Carlos Edmundo de Ory a su compañero y amigo de fatigas vanguardistas Eduardo Chicharro.





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martes, 22 de noviembre de 2011

Carta a su esposa de un soldado alemán que espera la muerte en el frente de Stalingrado







 "Abandóname a mi destino, querida Greta...Deja pasar unos meses, pero no más. Gertrud y Claus necesitan un padre...."





Querida Greta


El Fuhrer nos hizo la firme promesa de sacarnos de aquí; nos lo leyó y creimos en ello firmemente. Incluso ahora aún lo creo, porque he de creer en algo. Si no es cierto ¿en qué otra cosa podría creer? Dentro de poco no tendré necesidad de primavera, verano o de algo agradable. Por lo que, abandóname a mi destino, querida Greta; toda mi vida, al menos ocho años de ella, creí en el Fuhrer y su palabra. Es terrible cómo dudan aquí, y vergonzoso escuchar lo que dicen sin poder responder, porque los hechos están de su parte.
En enero cumplirás veintiocho. Eso es ser aún muy joven para una mujer guapa, y me gustaría poderte decir este cumplido una y otra vez. Me echarás mucho de menos, pero incluso así, no te aísles. Deja pasar unos meses, pero no más. Gertrud y Claus necesitan un padre. No olvides que debes vivir para los niños y no les hables demasiado de su padre.
Los niños olvidan pronto, especialmente a esa edad. Fíjate bien en el hombre que elijas, toma nota de sus ojos y de la presión de su apretón de manos, como fue nuestro caso, y no te equivocarás. Pero sobre todo, anima a los niños a ser personas rectas que puedan llevar la cabeza bien alta y mirar a todo el mundo directamente a los ojos. Te escribo estas líneas apenado. No me creerías si te dijera que ha sido fácil, pero no te preocupes. No me asusta lo que se avecina. Repítete a ti misma y a los niños cuando sean mayores que su padre nunca fue un cobarde, y que ellos nunca deben serlo....




Muchos soldados alemanes escribieron cartas a sus familiares y amigos durante el largo y trágico asedio de Stalingrado, en las que relataban las condiciones dantescas en las que vivían y su premonición de una muerte cercana.Cuando el último avión despegó de la ciudad en enero de 1943, llevaba siete enormes sacas de cartas que nunca fueron entregadas, porque rezumaban desmoralización y críticas al Reich. Todas ellas aparecieron después, en 1954, y fueron publicadas en 1958 por Einaudi en el volumen Cartas desde Stalingrado. Volvió a hacerse otra edición en 1963, Las últimas cartas de Stalingrado, a cargo de la editorial Destino. Las cartas que editamos lo fueron previamente en el blog Cartas desde el frente




sábado, 19 de noviembre de 2011

Carta con cuchillo de Ana Arzoumanian a un reparador de almas



Ana Arzoumanian, por Marcelo Sevitz

¿Cómo escribirían, o como recibirían una carta, dos criminales cuyo cuerpo del delito han sido ellos mismos?


No te enviaré esta carta.
Esta carta no tiene destinatario.
¿Cómo escribirían, o como recibirían una carta, dos criminales cuyo cuerpo del delito han sido ellos mismos?
Si te escribiera. Si me respondieras; querellante, juez, y sentencia, probarían el delito sobre eso que en español se dice: nosotros. No consulté a ningún letrado. Pedí asistencia y los higienistas me hablaron de complementariedad, de contacto cero, de aislarte como en los hospicios del siglo diecinueve. Me dijeron, los higienistas, que de todas formas estabas encerrado; no en una prisión, ni siquiera en una casa, menos aún en tu cuerpo, porque ahí, no hay nada, nada.
Encerrado, me dijeron; afuera. Adentro tuyo, vacío. Contacto cero, me dijeron; que no te huela, que no te escuche, que no te lea. Y mientras no te escucho, no te huelo, no te leo, otros hombres ven látigos en mis ojos, ven mordazas, ven vientres arrodillados.
No has muerto. Si hubieras, hubiera habido alguien ahí. Pero no.


Autor desconocido

Tiré todas las cosas que te pertenecían: el tabaco, la cajita de cigarros, las botellas de vodka que te había traído de Armenia. Tiré todo por miedo a que nos encontraran. De cualquier manera, todo sitio fue un invento. No estábamos en ningún lugar, sino en esa adicción sin fondo, sin dirección, sin nombre.
No hay ningún lugar donde pueda recordarte; porque  recordaría un viaje en una casa rodante de dos borrachos. Recordaría el silencio inquieto de la espera en el insomnio. Recordaría  mi naturaleza de contar historias a un reparador de almas. Reparador; había algo obsceno en tu forma de dejar al descubierto eso que el mundo llama alma y yo digo locura. Había un gusto de orgía en la puesta en escena de cada sesión donde yo era el cliente. Porque yo compraba algo, algo se regateaba en ese diván  todos los días.
Alguna vez te volví a ver y me espantaste. Te acercaste y comenzaste a repetir cosas que yo te había dicho mucho tiempo atrás. Un replicante, me dice el higienista. Como un actor en su ritual cumpliendo con su rol. Luego, se baja del escenario. Y a mí, que era la actriz y la espectadora, sólo me queda quemar el teatro.
Tengo una cajita de fósforos en la cartera, comenzaré por el telón.
No me interesaba jugar a romeo y julieta, entre nosotros había algo más solemne, algo que pactaba con lo imposible: tu desnudez por mi desaparición, un contrato a la vera del abismo.
Me toco dentro de mí, y ni siquiera tengo una sensación de lo que golpeaba con el impulso subversivo de tus piernas, con el movimiento fuera de ley de una pelvis que fue de nadie. Antes pensaba que sólo en la herida podía encontrarte. Y cuando tardabas en llegar, pensaba en la sangre, en lo que no para. Ahora sé que ni siquiera eso. No herida. No dolor. Un delito todavía sin tipificar. Un delito cuyas huellas estarían en lo que tragué y ya no, las señales como una ganzúa o un cadáver que no están.
No fui a la China por vos.
Barrio árabe de Jerusalén,  por Roberdan
A Jordania. Fui a Jordania, con soldados de uno y otro lado. Luego de una invitación casi en clave para que no entendieran en el hotel donde me alojaba. A la ciudad de Petra, un fin de semana. Pero vos nunca habías estado ahí. Fui a Jordania y a Jerusalén y a Tel Aviv y a Barcelona y te busqué y creí que te había encontrado. Pero era el que hacía tu papel, el que me miraba con esa mirada impávida de tu sexo, quien me relataba de una Shulamit de cabello incandescente en la puerta de Yafo.
No te voy a enviar esta carta.
No nos encontrarán, no te preocupes.
Escondí los cuchillos en un poema.

Ana Arzoumanian
***


La escritora de origen armenio Ana Arzoumanian nació en 1962 en Buenos Aires, Argentina. Formada en el estudio y en la práctica del derecho y del psicoanálisis lacaniano, ha centrado su preocupación intelectual en el análisis de los fenómenos de resistencia a los distintos genecidios de nuestra contemporaneidad y en la defensa de los derechos humanos.  La abigarrada y compleja peripecia bibliográfica de esta poeta, antóloga, ensayista y estudiosa del genocidio judío es demasiado extensa como para resumirla aquí, y lo mismo cabe decir de las numerosas distinciones de que se ha hecho merecedora, las instituciones que han contado con su colaboración o los medios de difusión que han visto tallado su nombre en algún rincón de sus papeles. Para nosotros es un orgullo poder contar con esta carta suya, que hemos editado con una fotografía de la autora debida a Marcelo Sevitz y con la colaboración de ese fabuloso gurú de los viajes y la fotografía conocido como Roberdam, y cuya obra admirable y vastísima animamos a visitar aquí...



martes, 15 de noviembre de 2011

Carta de Virgilio Ferreira a su esposa Sandra, tras su fallecimiento...




Virgilio Ferreira
"...siempre duermo en mi lado, como debo de haberte dicho ya, para que quede libre el tuyo en caso de que vuelvas... "


Sandra. Ayer me acosté temprano. Tenía frío aunque el brasero estaba bien cargado. Y quizá por el frío o por el brasero me acosté temprano. En los pueblos, como debes saber, la gente se acuesta casi con las gallinas. Y yo voy entrando en ese hábito. No del todo, porque la lectura o la radio o la divagación del pensamiento o un disco en el tocadiscos me aplazan el sueño para más tarde. Pero ayer me atacó pronto y me fuí a la cama. Deolinda siempre me mete entre las sábanas una botella de agua caliente. Tengo dos, una de barro y otra de cinc. Con la de barro me quemo menos los pies cuando la toco. Pero en vuelve las dos en un calcetín viejo o en una toalla o con un extremo de la sábana. Y procura ponerla en el lado en el que me acuesto, como un día le pedí. Así el calor me adormece en un confort de refugio. Porque siempre duermo en mi lado, como debo de haberte dicho ya, para que quede libre el tuyo en caso de que vuelvas. Y efectivamente, así ocurrió ayer. Cubrí de ceniza la lumbre del brasero y me fui a acostar. Y poco después extendí la mano despacio hacia tu lado y tu cuerpo estaba allí. Pero no te moviste. Insinué entonces la mano entre el pijama y tu piel. Pero en ese instante se me cruzaron en la memoria tus modos de decir que no



Lucian Freud

***
Isabel Soler



Fuente: esta texto es el fragmento de una carta que el gran poeta portugués Virgilio Ferreira dirigió a su esposa tras su fallecimiento, recogido en 
La esfera de Ababol, y tomado de Virgilio Ferreira, Cartas a Sandra, tradución de Isabel Soler, Acantilado, Barcelona 2010. De él, Jesús Villaverde Sánchez, hizo un comentario excelente en Culturamás.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Carta de amor con lumbre de César Moro a su amigo Antonio....



"...Tú eres el espacio y la noche, el aire y el agua que bebo, el silencioso veneno y el volcán en cuyo abismo caí hace tiempo, hace siglos, desde antes de nacer, para que de los cabellos me arrastres hasta mi muerte"

Te quiero con tu gran crueldad, porque apareces en medio de mi sueño y me levantas y como un dios, como un autentico dios, como el único y verdadero, con la injusticia de los dioses, todo negro dios nocturno, todo de obsidiana con tu cabeza de diamante, como un potro salvaje, con tus manos salvajes y tus pies de oro que sostienen tu cuerpo negro, me arrastras y me arrojas al mar de las torturas y de las suposiciones.
      Nada existe fuera de ti, sólo el silencio y el espacio. Pero tu eres el espacio y la noche, el aire y el agua que bebo, el silencioso veneno y el volcán en cuyo abismo caí hace tiempo, hace siglos, desde antes de nacer, para que de los cabellos me arrastres hasta mi muerte.
      Inútilmente me debato, inútilmente pregunto. Los dioses son mudos; como un muro que se aleja, así respondes a mis preguntas, a la sed quemante de mi vida.
      ¿Para qué resistir a tu poder? Para qué luchar con tu fuerza de rayo, contra tus brazos de torrente; si así ha de ser, si eres el punto, el polo que imanta mi vida.
   Tu historia es la historia del hombre. El gran drama en que mi existencia es el zarzal ardiendo, el objeto de tu venganza cósmica, de tu rencor de acero.
      Todo sexo y todo fuego, así eres. Todo hielo y todo sombra, así eres: hermoso demonio de la noche, tigre implacable de testículos de estrella, gran tigre negro de semen inagotable de nubes inundando el mundo.
      Guárdame junto a ti, cerca de tu ombligo en que principia el aire; cerca de tus axilas donde se acaba el aire. Cerca de tus pies y cerca de tu manos. Guárdame junto a ti.
      Seré tu sombra y el agua de tu sed, con ojos; en tu sueño seré aquel punto luminoso que se agranda y lo convierte todo en lumbre; en tu lecho al dormir oirás como un murmullo y un calor a tus pies se anudará e irá subiendo y lentamente se apoderará de tus miembros y un gran descanso tomará tu cuerpo y al extender tu mano sentirás un cuerpo extraño, helado: seré yo. Me llevas en tu sangre y en tu aliento, nada podrá borrarme.
      Es inútil tu fuerza para ahuyentarme, tu rabia es menos fuerte que mi amor; ya tú y yo unidos para siempre, a pesar tuyo, vamos juntos.
      En el placer que tomas lejos de mi hay un sollozo y tu nombre.
      Frente a tus ojos el fuego inextinguible.
  
      T




FUENTES: Sobre el poeta y pintor surrealista peruano Alfredo Quíspez Asín (1903-1956), más conocido como César Moro, existe en la red una información tan abundante como escaso es el conocimiento que se tiene de él. Aconsejamos adentrarnos en esta hermosa playa interior que dedicó a su persona y a su obra La isla de la ternura; también proponemos la lectura del poema recogido en la revista Descontexto, que nos servirá, además, para disfrutar de un interesantísimo espacio editorial del que, una vez dentro, es difícil salir. La impetuosa y apasionada carta que aquí recogemos fue obtenida en el espacio Amor en Carta